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Autogestión y transición al socialismo

La experiencia acumulada muestra que la transición al socialismo es mucho más que la nacionalización de las grandes empresas y que el desarrollo de medidas sociales avanzadas. Ciertamente, es otra cosa. Es un proceso complejo y largo durante el cual el pueblo trabajador va cercenando la dictadura del mercado, del valor de cambio, de la mercancía, y va desarrollando el valor de uso y la autogestión social generalizada. No podemos extendernos aquí en un debate prolijo sobre las formas de extinción de la ley del valor-trabajo y de extinción del dinero, y por tanto del mercado, en la sociedad socialista vasca. Ese uno de tantos debates colectivos que deben incluirse en los cursillos de formación teórico-política.

Sí podemos sintetizar cuatro grandes cuestiones imprescindibles que ya se pueden ir practicando dentro mismo del capitalismo realmente existente siempre que, primero, exista voluntad política para ello y, segundo, siempre que esa voluntad refleje la existencia de un poder popular impulsor de esas medidas y a la vez garante de su profundización.

Lo primero que hay que garantizar es que la extensión de la posibilidad del trabajo para toda la población en condiciones de trabajar sea, además de sin destruir otros trabajo, sobre todo ampliando yacimientos de trabajo social, de trabajo de ayuda y de apoyo, etc. La sociedad burguesa sólo genera el trabajo que el capitalismo necesita y destruye y abandona grandes yacimientos de trabajo socialmente útil pero que no pueden ser introducidos en la producción de valor y plusvalor, o que siéndolo generan poco beneficio. Por el contrario, un poder socialista puede y debe multiplicar exponencialmente las clases de trabajo socialmente útil precisamente porque son trabajos que no entran en la explotación o que rinden poco beneficio.

A la vez de la multiplicación de las posibilidades de trabajo, hay que garantizar la libre rotación de los puestos de trabajo, conservando el derecho al trabajo, pero viendo como normal que se cambie de un puesto a otro, en la misma zona de residencia. Para ello es necesaria una formación pluridimensional, multiproductiva y global, con un desarrollo impresionante de las tecnologías descentralizadas, blandas y horizontales, y con derechos claros de meses o años sabáticos, de ciclos de reciclaje, de reserva de puestos de trabajo tras una rotación voluntaria. Naturalmente, en esta concepción, el trabajo es un derecho pero también una necesidad, estando prohibido el despido.

Simultáneamente, mediante la permanente innovación tecnológica se premiará la reducción del tiempo de trabajo, potenciando la ampliación del tiempo libre y propio. Y dentro del tiempo de trabajo socialmente necesario, que deberá reducirse a lo estrictamente necesario, se aplicarán todos los derechos sociales, todas las medidas de higiene y seguridad en un sistema social tendente a primar la cualidad de vida colectiva sobre la acumulación privada individual de grandes fuerzas productivas. Naturalmente, el derecho de herencia quedará restringido a la media socialmente establecida según criterios democráticamente decididos respetando siempre el medioambiente y el carácter finito de los recursos energéticos.

Que se limite el derecho de herencia no quiere decir que se prohiba toda propiedad. De hecho la inmensa masa del pueblo trabajador no tiene otra "propiedad" que sus hipotecas, deudas y tarjetas de crédito, y algunos bienes de media duración en sus casas, exceptuando el coche. Nos referimos a la propiedad social de pequeños talleres, de ramas productivas con bajos beneficios, de propiedades comunales y municipales, etc. Estas propiedades sólo son viables sin existe la autogestión social y el cooperativismo de consumo, producción y ahorro. La autogestión deberá ir extendiéndose por entre el tejido social como garantía del control popular y de sus decisiones democrático-socialistas.

A la vez, el pueblo trabajador, la pequeña burguesía y sectores de la estructuralmente debilitada media burguesía, además de política y culturalmente derrotada, tendrá el derecho y la necesidad de potenciar múltiples colectivos de usuarios, de consumidores, de enfermos, de artistas, de deportistas, etc., que utilizando la libertad de prensa --en el sentido real del término y no del burgués-más los instrumentos político-institucionales existentes, intervengan mediante consultan concretas o generales, referéndum y debates-decisorios en la vida pública.

Lo segundo que hay que garantizar es la ágil dialéctica entre la creatividad de la autogestión social, y la necesaria planificación en cuestiones estratégicas. La experiencia histórica es aplastante en este sentido, y aconseja tener confianza en las iniciativas, en la creatividad y en la naturaleza solidaria y de cooperación del pueblo. Desde esta perspectiva, hay que planificar centralmente sólo los problemas estratégicos de vital subsistencia nacional, como la energía y materias primas vitales, las reservas alimenticias y de sanidad, la política financiera y económica relacionada con la defensa de los intereses de la independencia nacional, y, por no extendernos, la política defensiva en sus instrumentos fuertes, armando al pueblo en sus centros de vida y trabajo.

Lógicamente, para todo esto es requisito elemental que la democracia socialista sea lo más operativa y crítica posible. Sólo así se puede asegurar que se interrelaciones eficazmente los fondos sociales de inversión territorial, los fondos públicos específicos, la intervención de los bancos cooperativos y de los recursos de las empresas autogestionadas, y los presupuestos públicos del Estado obrero. Lubricar estos y otros niveles secundarios para que, por una parte, no surjan fricciones egoístas, corporativistas y de castas que acumulen privilegios y luego poder, primer paso para sus deseos posteriores en dar el salto contrarrevolucionario a constituirse una nueva burguesía renacida de sus cenizas; y, por otra parte, para

que no degenere todo ello en un caos incontrolable que termine implosionando, lograrlo, repetimos exige de la intervención rectora de la mayoría del pueblo.

Una medida necesaria para evitar que los técnicos y especialistas que tienden a sustituir al pueblo con sus conocimientos especializados, es la de instaurar los colectivos de contraespecialistas y contratécnicos, es decir, colectivos con superior formación técnica o al menos la misma, pero con una muy superior formación teórico-política. Estos colectivos militantes deben actuar estructuralmente dentro del pueblo trabajador, de sus organizaciones y deben elaborar contrainformes alternativos a los informes de los técnicos despolitizados, que desgraciadamente seguirán existiendo durante un tiempo.

De nuevo, aquí juegan especial papel las conquistas en la reducción drástica del tiempo de trabajo socialmente necesario y el aumento correspondiente del tiempo propio, libre; también de los poderes populares; también de los sistemas educativos y de reciclaje permanente y, en este sentido, de un sistema universitario cualitativamente superior. Dentro de toda esta red autogestionada de intervención del Trabajo, las nuevas tecnologías públicas, descentralizad y horizontales de la información son decisivas, como es obvio, porque permite a cualquier asociación de vecinos, por ejemplo, conocer de inmediato el estado de cuentas del ayuntamiento, y a cualquier persona acceder a la última información sobre los precios reales de las sardinas o del vino, que no de los precios ficticios.

Lo tercero que tenemos que garantizar es el control creciente del "socialismo de mercado", cuestión ya implícita en los puntos anteriores y que ya en este grado de avance al socialismo aparece como una necesidad imperiosa en la extinción paulatina y colectivamente consciente del mercado. Es cierto que durante un período histórico más o menos largo, habrá que torear al mercado, vigilando sus tropelías en la regulación de empresas privadas, y en algunas, que no todas, las transacciones internacionales.

Otra vez más, tenemos que volver a la contundente experiencia histórica y reafirmar los elementales principios de los clásicos marxistas, silenciados primero por la socialdemocracia y luego falsificados por el stalinismo. En el largo tránsito al socialismo, la potenciación de la cualidad de vida en base a la potenciación de valor de uso de los bienes producidos, que no sólo de las mercancías producidas, en este tránsito, el dinero debe ser rápidamente desmitificado, desinfectado y depurado de toda su esencia alienadora y convertido en un mal instrumento cada vez menos necesario. Esto no contradice la pervivencia durante un tiempo de la pequeña producción de bienes y equipos, pero no se debe decretar burocráticamente su drástica expropiación sino potenciar con medidas socialistas la demostración diaria de la superioridad del cooperativismo, de la autogestión, y de la eficacia del consejismo en las grandes empresas devueltas al pueblo mediante la comunalización de la propiedad.

Aquí tenemos que volver de nuevo a las sabias costumbres de "propiedad prestada" existentes en las comunidades antiguas, propietarias colectivas de los bienes decisivos y que "prestaban" rotativamente su uso a las comunidades más pequeñas, o a los sistemas familiares entonces existentes. Estas sabias y efectivas prácticas son perfectamente aplicables en la actualidad gracias, primero, a la enorme capacidad productiva existente, que reduce drásticamente le tiempo de trabajo necesario; segundo, gracias a las nuevas tecnologías de la información en una democracia socialista y, tercero, gracias precisamente al conocimiento práctico acumulado por el Trabajo en su larga lucha emancipadora.

Siguiendo con esta concepción, hay que desarrollar los sistemas de autoconsumo, autoproducción limpia y ecologista, de bricolaje, reciclaje, creatividad ahorradora, comercio justo, economía de trueque, potenciación de una nueva dialéctica de lo individual y de los colectivo, etc. Estas cosas pueden sonar a sueños imposibles, utópico y ucrónicos, pero solamente la más crasa ignorancia o la peor mala fe contrarrevolucionaria e inhumana pueden afirmar que no se pueden realizar porque nunca han existido en la práctica. Lo que nunca ha existido es la justicia dentro de una economía basada en la propiedad privada de los medios de producción y en la apropiación privada por una minoría del excedente colectivo producido por la explotación de la fuerza de trabajo de la mayoría.

Concluyendo, lo cuarto y último que tenemos que garantizar es que el pueblo desarrolle toda su enorme capacidad creativa polivalente, policroma y polifacética de multiplicar sus necesidades no reducibles a mercancías, a dinero y al mercado. Hay que abrir la creatividad colectiva al universo impactante por su belleza ética de lo cualitativo, de lo no reducible a relaciones monetarias. Todos los procesos emancipadores generan expectativas iniciales que confirman la posibilidad real de estos logros impresionantes.

Verdaderamente, ahora podemos decir bastante poco de esta capacidad humana porque es la más aplastada por la alienación capitalista. Pero todo se andará, y cuando hayamos llegado a esa fase sólo habremos entreabierto un poco la puerta que nos introduzca en la historia humana, en el comunismo, porque ahora estamos simplemente en la prehistoria.

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