Trabajadores/as de fábricas autogestionadas se reúnen en Marsella
Fralib es una fábrica de procesamiento y empaquetado de hierbas para infusiones situada a unos 20 kilómetros de la ciudad de Marsella, al sur de Francia. El antiguo dueño de la fábrica, la enorme transnacional de químicos y alimentos Unilever, decidió hace 3 años trasladar al extranjero la producción del té Lipton con el fin de ahorrar costos. Con intensas protestas y campañas de boicot, los 80 trabajadores demandaron que la fábrica permanezca abierta, y cuando vieron que esto no era possible, decidieron tomar la producción en sus propias manos.
Recientemente los trabajadores han reactivado las máquinas de la gran fábrica para producir un lote de té de tila basado en la producción local, y actualmente están buscando maneras de recomenzar la producción a plena capacidad. Fralib es solo una de un de un puñado de fábricas europeas que, teniendo o no un discurso transformador o radical, han avanzado hacia la autogestión de la producción por los trabajadores.
La ocupación de empresas por trabajadores y su autogestión democrática a través de la toma horizontal de decisiones es una práctica que tiene siglos de historia. Sin embargo, ha resurgido recientemente como fenómeno – especialmente en Argentina en torno al cambio de siglo, país que actualmente cuenta con alrededor de 300 empresas recuperadas, empleando a más de 15 mil trabajadores.
¿Puede también este modelo constituir una solución viable en Europa, no sólo para el creciente desempleo y pobreza, sino también para la verdadera explotación y alienación que caracterizan el modo capitalista de producción? Ésta fue la pregunta principal que el primer encuentro europeo de “La Economía de los Trabajadores”, que tuvo lugar el 31 de enero y 1 de febrero en la fábrica ocupada Fralib, intentó contestar. La idea detrás de estos encuentros independientes y autofinanciados nació hace 7 años en Argentina, con su tradición de dos décadas de ocupación de fábricas. Mas tarde, eventos similares se realizaron en Brasil y en México.
Esta primera edición europea del encuentro reunió no sólo a los trabajadores de las fábricas autogestionadas de Europa (mayormente de Italia, Francia y Grecia), sino también a académicos, activistas, sindicatos y organizaciones que promueven y estudian la autogestión, como la Association Autogestion de Francia y el ICEA, proveniente del Estado español.
Alrededor de 200 personas de una docena de países asistieron al evento que tuvo lugar entre las intermitentes luces de la maquinaria de la fábrica empaquetadora de té. La traducción paralela a tres idiomas, llevada a cabo por traductores activistas voluntarios de la red Babels, ayudo a derribar las barreras lingüísticas permitiendo la unión de estas experiencias tan distantes geográficamente.
Además de los anfitriones de Fralib, hubo participantes de Pilpa, una fábrica ocupada de helados de Carcasonne, Francia; de Officine Zero y Rimaflow, dos espacios ex-industriales ocupados por sus trabajadores y otros activistas en Roma y en Milán respectivamente; y de Vio.Me, una de las pocas experiencias de autogestión que hasta el momento han garantizado un estable – aunque limitado – ingreso por sus trabajadores a través de la producción de detergentes ecológicos en su fábrica ocupada de Tesalónica, Grecia. Otro invitado, un trabajador argentino de la fábrica textil Pigüé, intentó también trazar paralelos entre las primeras etapas del movimiento argentino – que surgió en plena crisis-, y el naciente movimiento europeo. Muchas más experiencias en autogestión obrera y economía cooperativa fueron compartidas de lugares tan diversos como Serbia, España, México, Venezuela y Brasil.
Si bien la voluntad de democratizar la producción y de redistribuir la riqueza “está en el ADN de los trabajadores”, como señala Andrés Ruggeri – un investigador militante argentino y uno de los principales promotores del evento - , las experiencias de ocupación de fábricas y autogestión son tan diversas como los contextos políticos, económicos e históricos en los que ocurren. Usualmente, los trabajadores deben lidiar con una unidad de producción obsoleta o que produce mercancías que no tienen ninguna demanda (como es el caso de Oficina Zero). El ingenio y la creatividad de los trabajadores en estos casos, y lo que es más importante, la estrecha cooperación con la comunidad, puede ayudar a reconvertir la producción hacia productos más útiles y respetuosos con el medio ambiente. En el caso de las fábricas italianas, esta reconversión permitirá, entre otras actividades, rescatar y reciclar equipamiento electrónico.
Algunos de los desafíos habituales que deben enfrentar las fábricas ocupadas son la represión estatal, grandes trabas burocráticas, falta de un marco institucional apropiado, y la hostilidad de los antiguos dueños, los partidos políticos y los sindicatos burocráticos. A menudo operan en economías que ya están en severa recesión (tal es el caso de Vio.Me y de la mayoría de las fábricas argentinas en el comienzo del siglo 21), y por ende reinsertarse en el mercado y asegurarse un ingreso son metas muy difíciles de conseguir.
También existen peligros en caso de éxito económico. ¿Cómo pueden los trabajadores proteger el carácter radical del experimento y evitar convertirse en una empresa capitalista cooperativa guiada por el principio de ganancia o usando trabajo asalariado? En torno a esto, muchos participantes resaltaron la importancia de las relaciones cercanas con la comunidad. No es suficiente que la producción esté bajo control de los trabajadores, aunque sí es un primer paso necesario para romper el círculo vicioso de explotación capitalista. La producción también debería ser controlada socialmente; debería ser sensibilizada en materia de política del medio ambiente y fundada en los valores del respeto y la solidaridad.
Los trabajadores de Vio.Me se hicieron eco de estas preocupaciones al anunciar que, en el estatuto de la naciente cooperativa que tiene como objetivo legalizar sus actividades tras el primer aniversario de la autogestión de los trabajadores, se reconoce la figura del “simpatizante-solidario”. Éste es cualquier miembro de la comunidad que se compromete a consumir cierta cantidad de productos de la fábrica, y que a cambio tiene el derecho a obtener información de primera mano sobre la lucha, a participar en las asambleas de los trabajadores, y a ayudar en la toma de decisiones a través de un voto consultivo. Un puente se construye así entre el control obrero y el control social de la producción.
Además de un intercambio de ideas y experiencias, también muchos proyectos fueron
puestos en marcha en este primer encuentro europeo. Trabajadores, activistas, académicos y simpatizantes iniciaron campañas para promover los productos de las fábricas autogestionadas, hicieron acuerdos de intercambio directo de bienes entre las fábricas, asentaron herramientas para el trabajo en red y toma colectiva de decisiones, y elaboraron proyectos que avanzan en la comprensión teórica de la autogestión y la promoción del conocimiento popular de los problemas que la rodean, como por ejemplo el sitio web workerscontrol.net, un recurso multilingüe dedicado al estudio y promoción de la autogestión obrera. Incluso se habló de un fondo de solidaridad que puede surgir del excedente que las fábricas ocupadas puedan tener, el cual ofrecerá financiación a los nuevos emprendimientos y así ayudará a cortar los lazos con el sistema de financiación capitalista.
Cuando se trata de crear una actividad económica humana basada en la igualdad y en la solidaridad, no hay reglas preestablecidas. La imaginación de los trabajadores y su voluntad de luchar por un mundo mejor son los límites. El evento de “La Economía de los Trabajadores” en Fralib inspiró y motivó todos los involucrados, y quizá haya desencadenado la creación de un movimiento europeo amplio por la ocupación de los medios de producción y por una autentica autogestión obrera.
Agradecimientos a Florencia Olivera del equipo del Programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires por ayudar a traducir este texto del ingles.