Las fuentes del déficit democrático en el sistema de “autogestión” yugoslavo.
RESUMEN
Este trabajo presenta reflexiones sobre el proceso de cambios sociales en la Yugoeslavia socialista y de su contribución histórica a través de los experimentos de autogestión. Así
se describe en general como fue su origen y exitoso avance hasta las posteriores transformaciones que condujeron a una declinación de la importancia de los Consejos Obreros y la autogestión. Se considera que este es el más amplio intento de introducir la autogestión popular en toda la historia. Por lo tanto, conocer de esta experiencia es importante en estos tiempos de cambio y de propuestas para ser consideradas en la formación y evaluación de políticas públicas.
INTRODUCCION
Hace 60 años la Asamblea Federal de Yugoslavia inauguró la autogestión obrera. Este experimento yugoslavo aún hoy en día sigue siendo una fuente abundante de experiencias. Considero que no es sólo útil aprender de los aspectos positivos de esta experiencia, sino también de los errores y limitaciones yugoslavos.
El profesor Stipe Šuvar, el último presidente (antinacionalista) de la Liga de los comunistas solía describir la experiencia yugoslava en un tono humorístico, pero conforme a su realidad material y cultura subdesarrolladas, como una forma de “autogestión de los pastores”, dado que antes de la Segunda Guerra Mundial en torno a un 75% de la población yugoslava eran campesinos. Edvard Kardelj, un líder comunista, y probablemente el más importante entre los arquitectos del sistema yugoslavo de “autogestión”, destacó en una ocasión que la producción de la electricidad en la Yugoslavia antes de la Guerra era 59 veces inferior al promedio europeo.
En términos de la debilidad de las fuerzas «subjetivas», el Partido Comunista de Yugoslavia era ilegal y secreto más de veinte años, desde 1920 hasta 1945, lo que reforzó los modelos no democráticos, híper-centralistas y jerárquicos e impidió el desarrollo abierto del movimiento obrero yugoslavo. La población no disponía de suficiente experiencia en la lucha por su autoemancipación. Además, carecía de la necesaria autoestima, conciencia de clase, el imprescindible nivel de educación y la cultura política democrática. La práctica estalinista del Partido Comunista, en particular antes de su ruptura con Stalin, seguramente no servía de ayuda en este sentido.
EL CAMINO HACIA LA INNOVACIÓN
Unos identificaron el principio del desarrollo del sistema yugoslavo participativo en los Comités Antifascistas de los tiempos de la Guerra. Éstos fueron creados en 1941 como órganos del poder dual y como expresión de una iniciativa antifascista autónoma en Yugoslavia. Asimismo, los líderes comunistas como Kardelj y Moša Pijade mencionaban posteriormente esos comités antifascistas como las primeras formas del desarrollo de un camino independiente no estalinista de Yugoslavia.
En efecto, cuando se empezó a allanar el verdadero camino alternativo, no estalinista fue después de la ruptura histórica con la Unión Soviética en 1948. Entonces los líderes yugoslavos se vieron obligados a legitimar este cambio político en términos ideológicos. Según parece, optaron por volver a sus intentos anteriores de introducir la autogestión (como la Comuna de París), así como a «El Estado y la Revolución» de Lenin etc. Este período de retrospección, introspección e innovación desembocó en el abandono del programa forzoso de colectivización, culminando con las primeras leyes (1950) que dieron lugar a la socialización de la mayor parte de las industrias nacionalizadas. Ese paso fue precedido por la constitución del primer comité obrero en Solin, una ciudad costera croata, en 1949.
Aparte de los comités obreros, los intentos de introducir una cierta dosis de autogestión se extendieron a los consejos locales, y, en parte, a los consejos directivos en las instituciones educativas, culturales, científicas, sanitarias, y de otro tipo. Éste no es el lugar para un debate profundo sobre los tipos de estas instituciones, sin embargo, resulta preciso decir unas palabras sobre la así llamada “autogestión obrera”. Los comités obreros estaban integrados por tres representantes obreros, pero no eran independientes. Su función consistía en cogestionar las empresas junto con los expertos y directores empresariales, que, por su parte, – según la normativa de la división de trabajo – estaban encargados de ejecutar las decisiones de los comités obreros y del funcionamiento cotidiano de la empresa.
En estas nuevas condiciones, Yugoslavia empezó a reconstruirse, alcanzando pronto un grado de crecimiento y desarrollo impresionante y la transformación de una semicolonia pobre y rural en un país fuertemente independiente, semidesarrollado e industrializado (aunque todavía con agudas desigualdades y disparidades regionales). Aun así, se alcanzó un enorme mejoramiento del estándar de vida en los ámbitos tales como educación, salud, sanidad, derechos de los obreros, seguridad social etc. La asistencia social, salud pública, y política de viviendas sociales estaban a nivel mundial.
De hecho, Yugoslavia tenía el nivel más alto de derechos de obreros, incluso en escala mundial, aunque, claro, no tenía el más alto estándar de vida. Cabe destacar que el desarrollo yugoslavo nos demuestra la posibilidad de conseguir un alto nivel de productividad en un sistema post-capitalista. Durante un cierto período en los 1960, Yugoslavia tenía la segunda mayor tasa de crecimiento del PIB a nivel mundial, sólo por detrás de Japón. Éste es obviamente un buen argumento contra aquellos que sostienen que la democracia industrial o participación obrera es de algún modo «ineficiente».
LAS LIMITACIONES SOBRE LA DEMOCRACIA
Ya he mencionado anteriormente unos factores objetivos y subjetivos que impidieron que el sistema de autogestión se hiciera más consistente. Ahora los voy a abordar más concretamente.
En primer lugar, la economía democrática relativamente participativa a nivel de empresas funcionaba dentro de un sistema autoritario más amplio del monopolio político. Ésta era la contradicción fundamental del sistema yugoslavo y la razón por la cual exigir una democratización política más directa era de suma importancia. Sin embargo, este concepto de democratización de clase al final fue sustituido por una descentralización nacionalista y burocrática que no cuestionaba la posición de las élites políticas y burocráticas. A pesar de unos intentos dudosos, el partido y la maquinaria del estado nunca consiguieron ser “autoliquidables”, y en la sociedad no existía otra fuerza que pudiera o tuviera capacidad para realizar esa tarea para ellos.
En segundo lugar, y vinculado con lo anterior, las intervenciones sociales y democratización económica eran concebidas y dirigidas desde arriba, y no por el movimiento democrático directo desde abajo. La triste realidad – tomando en consideración el nivel bajo de la conciencia de clase y la autoorganización popular – es que aparte del Partido Comunista no había nadie que pudiera hacerlo. Las implicaciones paternalistas de esta situación dificultaban aún más el desarrollo de la conciencia democrática de autogestión.
Un aspecto muy importante de este problema consiste en que los sindicatos no ostentaban un papel independiente, como luchadores y activistas, sino que se consideraban más bien como un tipo de “correa de transmisión” para la línea del partido y el régimen. En realidad, no existía una oposición socialista seria, ni pluralismo en la vida política, social y cultural. Tampoco existían medios libres (convencionales) y menos aun las formas de democracia participativa en la producción y regulación de los medios.
Un problema relacionado con esto consistía en el hecho de que los obreros a menudo no eran conscientes, o por otras razones, no hacían uso de sus derechos, así que, por ejemplo, un análisis del proceso de toma de decisiones llevado a cabo en un comité local mostró que los así llamados autogestores aceptaban alrededor de 98% propuestas presentadas por la burocracia. De manera similar, los ciudadanos tenían el derecho de revocar los funcionarios electos, pero nunca lo ejercieron.
En tercer lugar, el subdesarrollo de las fuerzas productivas, tanto objetivas como subjetivas, reforzó en las empresas la posición de los burócratas y directores los cuales las dirigían de facto, en lugar de los comités obreros que ostentaban solamente la función de control.
Este estado de las cosas consolidó aún más la situación en la cual los expertos estaban más estrechamente vinculados con los estratos dirigentes tecnocráticos – que gozaban a menudo de un fuerte apoyo del partido, y en particular de la burocracia estatal. Además, esos expertos no estaban realmente sometidos al control de los comités obreros que eran rotativos y susceptibles de frecuentes cambios.
Asimismo, no existía ni una red de de las agencias asesoras que pudieran prestar apoyo a los comités obreros en su papel democrático de planificación. Por lo tanto, los comités obreros en muy raras ocasiones estaban en posición de proponer los planes económicos alternativos a aquellos presentados por los directores y sus expertos. Además, la burocracia estatal y los estratos dirigentes mantuvierom el monopolio sobre la reproducción extendida, así que la tasa de explotación creció en los anos setenta y ochenta, como lo mostró el dr. Ivan Jakopovic.
En su investigación, el profesor Josip Obradovic (1972) llegó a la conclusión - partiendo de una serie de indicadores empíricos - que el poder y la influencia del estrato dirigente eran 200 veces mayores respecto a los que tenían los obreros en la producción. Esta disparidad en el poder se profundizó aún más a los niveles más altos de toma de decisiones. Los representantes en los parlamentos nacionales y en la Asamblea General eran en mayor parte los miembros del partido que estaban bajo el auspicio del escalón más alto de la burocracia del partido. Los directores de las empresas y los políticos de partidos – aunque no siempre los miembros oficiales del partido – fueron manipulados en el fondo por la maquinaria del Partido comunista
cada vez mas burocrática (lo que acompañaba el desarrollo de sus propios intereses clientelistas), a pesar de que estaba prevista la auto-abolición del partido como un órgano administrativo, por lo que en 1952 cambió su nombre a Liga Comunista. Ésta consiguió mantener su posición en la sociedad y la homogeneidad esencial de los intereses burocráticos, mientras que las masas permanecieron mayoritariamente desorganizadas, fragmentadas y manipuladas a través de las estructuras de toma de decisiones económicas, sociales y políticas supuestamente autogestionarias (aunque en realidad era controlada por la burocracia).
En cuarto lugar, lo que del mismo modo limitaba el desarrollo de una cultura política democrática era la mentalidad patriarcal. Esto, en parte, se manifestaba en el hecho de que la posibilidad de permitir la participación de los alumnos y estudiantes en la toma de decisiones a nivel de escuelas primarias y secundarias nunca fue contemplada en serio. Era ilógico esperar que los alumnos que nunca habían sido educados en las escuelas de democracia, sino que durante el período más importante de su desarrollo personal y social habían sido criados para ser obedientes, pudiesen llegar a ser unos individuos autogestionarios.
En quinto lugar, una gran parte de la población en realidad estaba excluida de los procesos autogestionarios. Éste obviamente era el caso de la población rural. La única excepción en este sentido era una forma muy elemental de la toma de decisiones cooperativa la cual existía en los consejos locales de aldeas. Además, el militar y el partido no estaban sometidos al control democrático desde abajo. Algo paradójicamente, la jerarquía de las relaciones dentro del partido y su relación con la sociedad también desacreditaron la idea de autogestión como tal en los ojos de la población. Asimismo, ayudó a los burócratas y nacionalistas, como por ejemplo Slobodan Milošević, a monopolizar esas instituciones.
A la creación de una cultura humanista y de una autogestión cultural tampoco se prestaba suficiente atención (lo que en parte se puede entender si se toma en consideración la prisa por acumular la riqueza y elevar el estándar material de vida). Aquí me refiero a la cultura en su sentido común, pero sobre todo en el sentido gramsciano más amplio de la “cultura integral” y civiltá. La cultura tiene la máxima importancia para romper con la estricta división de trabajo según las clases. Por un lado, porque eleva el nivel de educación de los obreros y ciudadanos, refuerza su necesidad y sus aspiraciones, y por otro, porque la autogestión es insostenible a menos que se extienda a la reproducción democrática de una nueva hegemonía cultural socialista y autogestionaria.
Sin embargo, cuando los intereses nacionalistas retomaron el papel principal, apareció de nuevo la carga del pasado violento, pero esta vez con su máxima fuerza. Luchando contra el fascismo con los métodos fascistas (lo que se evidenciaba sobre todo en los juicios masivos llevados a cabo ante los tribunales militares y en los asesinatos sin previos juicios en el período después de la Guerra) y luchando contra el estalinismo con los métodos estalinistas (por ejemplo, campo de concentración en Goli Otok), el nuevo régimen yugoslavo creó las subculturas de odio y desconfianza que eran secretas y escondidas (y en su inicio, claro, minoritarias). Esta reacción
nacionalista y pro-capitalista iba erosionando fuertemente la posición de los valores humanistas en la sociedad.
LA CRISIS DE LA RESPONSABILIDAD Y LAS INICIATIVAS
Una serie de problemas adicionales estaba vinculada con el problema del mercado. Por un lado, las empresas carecían de la autonomía del mercado, y estaban a menudo bajo el control político paternalista. Además, el gobierno tenía la peligrosa costumbre de nacionalizar las pérdidas producidas por las empresas improductivas. Por consiguiente, los obreros frecuentemente no dependían de las decisiones de su propia autogestión, lo que erosionaba su responsabilidad, y, en consecuencia, su motivación intrínseca y su interés para ayudarse a sí mismos, disminuyendo de este modo también su compromiso con la libertad a través de la autogestión.
Por otro lado, la mercatización y falta de cohesión entre varias unidades económicas de autogestión (en particular, a partir del final de los años sesenta) condujeron a nuevas desigualdades, una enorme deuda externa debido a los préstamos imprudentes, inflación, escasez de bienes, viviendas etc. Los principios del mercado impulsaron los intereses propios, competencia entre las empresas, consumerismo y la extensión de la influencia económica, política e ideológica del Oeste, además de los chantajes desestabilizantes por parte del FMI. Junto con el creciente problema de “xenomanía“ (en forma de la creciente adoración acrítica e imitación del Oeste capitalista y altamente desarrollado), dichas dificultades económicas revelaron los problemas del socialismo en un país). En lo que se refiere al debate sobre el mercado, unos autores (como por ejemplo Catherine Samary, 1988) trazaron la posibilidad de conseguir una “síntesis más alta” de planificación e iniciativa a través de una planificación descentralizada, democrática y participativa. Yugoslavia incluso llegó a establecer unas formas de la planificación descentralizada a través de la comunicación económica y planificación común en las cuales participaron los delegados (profesionales dirigentes) de las organizaciones económicas y sociales que permitieron una colección de informaciones sobre la demanda y oferta más rápida y menos dañosa en comparación con aquéllas que podía proveer el mercado. Estas y otras formas de planificación descentralizada podían aportar numerosas ventajas
que tenía un sistema de mercado frente a un sistema con una planificación burocrática y centralizada, pero sin las bofetadas que a menudo son pegadas a la economía y la sociedad “por la mano invisible”.
Este tercer camino, que se puede considerar como un camino intermedio entre la planificación central y “socialismo del mercado“, convencionalmente entendido, permaneció sólo una posibilidad abstracta, al igual que la perspectiva del socialismo democrático en general. La democratización verdadera a través de la lucha social desde abajo no era una posibilidad lo suficientemente real, si se toma en cuenta la inexistencia de una organizada y progresiva oposición política y sindical al régimen y al sistema existente. Los comunistas y socialistas yugoslavos no supieron valorar este dinamismo interno del sistema a través del pluralismo político, social y cultural, que es la precondición esencial de progreso y de la sostenibilidad a largo plazo del
nuevo orden post-capitalista. La experiencia de un verdadero pluralismo democrático y participativo es en realidad el camino más apropiado para el desarrollo social igualitario.
Para resumir, el experimento yugoslavo de autogestión, a pesar de que era pensado para el largo plazo, no era ni lo suficientemente integral ni tenía suficientes vínculos orgánicos con las masas. Pero aún así era el más abarcativo intento de introducir la autogestión popular en toda la historia. Por lo tanto, su análisis es un buen punto de partida para el futuro.
REFERENCIAS
JAKOPOVÍC, I., Eksploatacija i kraj socijalizma (Exploitation and the End of
Socialism), 1989., manuscrito no publicado .
OBRADOVÍC, J., Distribucija participacije (Distribution of Participation), Revija
za sociologiju, No.1, 1972.
SAMARY, C., Plan, market and democracy: The experience of the so-called
socialist countries, International Institute for Research and Education,
Amsterdam, 1988.